En Colombia, donde se extienden a lo largo de aproximadamente 290.000 hectáreas, los manglares son «mucho más que un ecosistema», son un socioecosistema del que dependen las comunidades que habitan a su alrededor, que se alimentan y sirven de ellos como protección contra la erosión costera y los tsunamis, además de construir una forma de vida que los incluye de lleno. Colombia cuenta con nueve tipos de manglar y es el quinto país con mayor extensión de manglares del continente americano, aunque no están fuera de riesgo con el cambio climático, explica a EFE el biólogo Luis Zapata, del área de conservación y gobernanza de WWF Colombia con motivo de la celebración este viernes del Día Internacional para la Conservación del Ecosistema de los Manglares Los manglares son bosques de árboles de uno a 30 metros, que solo se encuentran en zonas tropicales o subtropicales y cuyas plantas viven entre el agua dulce y el agua salada, es decir, están situados en las desembocaduras de los ríos, en la línea que separa la tierra y el mar. Entre sus particularidades reside que cuentan con filtros que les permiten controlar la cantidad de sal que absorben, lo que asegura su supervivencia en ambos tipos de agua. De estos bosques, recuerda Zapata, «depende la supervivencia de muchas especies y el funcionamiento de otros ecosistemas». Sin embargo, entre 1996 y 2020, según Global Mangrove Watch, en Colombia se perdieron 7.269 hectáreas de manglar, lo que equivale a alrededor de 10.000 canchas de fútbol.
A esto se suma que estos ecosistemas podrían tener dificultades para mantenerse hasta el año 2050 si las tasas de aumento del nivel del mar exceden los seis milímetros por año, que es lo que se predice basado en las altas emisiones de gases de efecto invernadero para esa fecha, según la revista Science. Almacén de carbono Una de las principales funciones de los manglares es el almacenamiento de carbono en la biomasa vegetal del lodo donde crecen los árboles, elemento que al destruirse o morir un árbol puede ser liberado y contribuir a la aceleración del cambio climático, «por eso es tan importante preservarlos», añade el biólogo. Además, los manglares constituyen barreras contra adversidades climáticas como fuertes vientos, mareas e incluso tsunamis, lo que ayuda a reducir el impacto de estos sobre el ecosistema y las comunidades. «Una línea de manglar de 500 metros puede reducir la altura de las olas y los daños de un tsunami un 50 %», explica Zapata, y agrega que la costa pacífica colombiana sufrió dos tsunamis el año pasado y que los bosques de manglares lograron suavizar su efecto y proteger a los habitantes de las localidades colindantes. Estos ecosistemas son casa y refugio de cientos de especies de hongos, plantas acuáticas, invertebrados, peces y microorganismos que se nutren de las hojas descompuestas de los árboles mezcladas con los nutrientes que aportan los ríos, por lo que los locales los llaman «sala-cunas», al ser un sitio «particular» para el desarrollo de las especies.
Trabajo y alimento «El manglar es vital en Colombia por la relación estrecha que tiene con las comunidades y sus temas culturales», resalta Zapata, quien señala que en el Pacífico, donde se encuentran el 73 % de estos bosques, hay muchas comunidades cuya única fuente de ingresos y de alimento es la recolección de piangua. Este molusco, que vive enterrado entre las raíces del manglar, da trabajo a las piangüeras, mujeres que se dedican a sacarlo del lodo y venderlo para su consumo, incluso exportándolo a Ecuador. Para seguir con esta labor, mayoritariamente desarrollada por mujeres, las comunidades son conscientes de la importancia de conservación del manglar. En este sentido, es crucial la implementación de buenas prácticas pesqueras para ayudar a conservar estos ecosistemas: «usar mallas reglamentarias que eviten la captura de especies pequeñas, pescar a una distancia prudente, fijar tamaños de peces que no se pueden pescar por su tamaño». En Colombia, hay manglares en las islas caribeñas de San Andrés y Providencia y los departamentos de Bolívar, Sucre, La Guajira, Magdalena, Atlántico, Córdoba, Antioquia, Chocó, así como en el Valle del Cauca, Cauca y Nariño -en este último están más de un tercio de estos bosques
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