Una de las opciones menos valoradas en la planificación de transporte es la integración de la bicicleta a los sistemas de transporte público, sin embargo, al combinar ambos a través de la planificación y el diseño se pueden compensar las carencias que tienen cada uno por separado: la bicicleta, con su flexibilidad y cobertura espacial sobre todo para la conectividad de primer/último kilómetro y el transporte público, con su facilidad de recorrer largas distancias que en bicicleta pueden ser difíciles de cubrir.

Según un texto de ONU Hábitat Viajar con tu bici en el transporte público, estacionarla antes de tomar un bus o simplemente devolverla al sistema público de casilleros son algunos ejemplos específicos de esta integración. Sin embargo, es necesario que tanto los esfuerzos de planificación y de diseño orientados a la integración de la bicicleta y el transporte público contemplen criterios de conectividad y accesibilidad directa, segura y universal, con atención especial a atender condiciones de edad, género y discapacidad.

En las grandes ciudades de América Latina, por ejemplo, aunque la caminata de por sí es un elemento inseparable del transporte público, la infraestructura peatonal para acceder a los sistemas masivos de transporte en muchos casos es insegura, peligrosa y obstaculizada.

Hay numerosos beneficios asociados a la integración bici-bus. Además de incrementar el área de acceso al sistema de transporte público, los usuarios pueden personalizar los viajes a su medida al escoger estaciones y servicios y responder mejor a saturaciones e interrupciones.

Los sistemas de transporte se hacen más eficientes al tener una mejor distribución de la demanda y los usuarios obtendrían beneficios de salud gracias a una mayor actividad física al elegir a la bicicleta en lugar de otro autobús.

 

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