«Usar bolsas de rafia o poliéster y aumentar las veces que utilizamos las bolsas de plástico» son dos formas sencillas de atenuar el daño que genera este residuo, ha explicado a Efe Txema López, vocal de la Federación de Asociaciones Unidas por la Naturaleza y los Animales (FAUNA).

Cada 3 de julio se conmemora el Día Internacional Libre de Bolsas de Plástico, aunque se trata de un anhelo más que una realidad debido a su presencia masiva en el planeta y especialmente en los mares y océanos, por lo que se convierte en una fecha de concienciación sobre la importancia de reducir las bolsas de plástico de un solo uso.

De hecho, el estudio ‘La nueva economía de los plásticos’, presentado en el Foro Económico de Davos (Suiza) ya en 2019, auguraba que a mediados del siglo XXI habrá un peso mayor de plásticos que de peces en los océanos, una razón de peso por sí sola por la que López señala que “urge reducir el número de plásticos que utilizamos”.

En el último barómetro de la Oficina Europea de Estadística, España figuraba -con un 36 %- por debajo de la media del 50 % recomendada por la UE en relación al porcentaje de residuos reciclados, una cifra «bastante buena si tenemos en cuenta el panorama internacional», apunta el vocal de FAUNA, ya que la cuota de residuos plásticos procedentes de Europa es «mínima si se compara con la que generan los de Asia».

No obstante, este dato «no debe ser motivo para relajarnos sino para continuar por esta senda y mejorar lo que pueda mejorarse”.

Las estimaciones de Greenpeace apuntan a que cada persona gasta una media de 230 bolsas de plástico al año y el uso medio de cada una de ellas es de unos 12 minutos.

Teniendo en cuenta que, en el mejor de los casos, cada una tarda varios decenios en descomponerse es fácil comprender la amenaza que supone no sólo para las especies marinas sino también para los propios seres humanos, ya que se calcula que al menos 1 de cada 6 peces que se venden en pescaderías contienen microplásticos en sus estómagos.

De todas formas, López precisa que si bien las bolsas constituyen «un serio problema», hay otros residuos de este material que son también peligrosos y «a los que no prestamos tanta atención» como por ejemplo las anillas que agrupan varias latas en su empaquetado.

En el caso de las tortugas marinas, estas anillas, cuando llegan a la costa se enredan en sus caparazones cuando acaban de eclosionar, lo que hace que «algunas tortugas adultas crezcan deformadas por su presencia, hasta el punto de que su cuerpo adquiere forma de violín» y, además, también ingieren trozos de las mismas hasta el punto de que «prácticamente todos los ejemplares analizados tienen plástico en su interior”,

López también indica que también “los aros que quedan por debajo de los tapones de rosca pueden hacer mucho daño”, ya que “está demostrado que muchas aves intentan atraparlos y, al hacerlo, éstos se cierran alrededor de su pico» y, al no poder abrirlo, pueden llegar a morir por inanición.

Como consecuencia, el vocal de FAUNA solicita que “antes de tirarlos a la basura, los cortemos con una tijera”, igual que con las anillas de las latas, un acto que “si bien no contribuye a eliminar el residuo, sí atenúa su impacto”.

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