La bienvenida que tuvo Diego Duque a su regreso a San José del Guaviare —la tierra donde nació y que lo vio partir hacia Bogotá hace unos 10 años— no fue para nada amena.
Un incendio de grandes proporciones amenazaba con volver cenizas el terreno de sus padres —la finca Cheyenne, de 180 hectáreas y ubicada en proximidades a la Serranía de La Lindosa— junto con todos los sueños e ilusiones que lo trajeron de vuelta a la región amazónica colombiana.
Valiéndose de picos, palas y cantidades reducidas de agua, Duque y la comunidad aledaña evitaron que la conflagración se extendiera, hasta que el Cuerpo de Bomberos logró arribar a la zona y extinguió el incendio.
Diego relata que, si bien el fuego terminó afectando gran parte de la finca de sus progenitores, “este episodio despertó en mí la fuerza para seguir trabajando por mi tierra, buscando mis raíces, encontrándome a mí mismo y con ganas de poner en marcha proyectos que aporten al medioambiente. Ver la naturaleza consumida por un incendio, no solo aquí, sino en muchos lugares de la Amazonía, es un llamado a que trabajemos por la conservación, de una vez por todas”.
Luego de una década en la capital formándose como profesional, este joven, recién llegado, tuvo que enfrentar las llamas durante tres largos días (en jornadas que comenzaban a las 5:00 de la mañana y terminaban a altas horas de la noche) junto a vecinos de fincas cercanas que, de ahí en más, se convertirían en sus nuevos amigos y coequiperos, pues el agroturismo y sus bondades han conquistado a los habitantes de este territorio.
“Llegué con la ilusión de fundar un proyecto familiar y aprovechar la reserva natural que nos rodea. Como joven de la ciudad, llegué para transmitir a mis padres y vecinos que hay que pasar la página de la ganadería, pues no es una alternativa muy beneficiosa para este territorio”, afirma.
El resurgir de la vida
Aunque hace unos meses el paisaje en la finca Cheyenne era triste y melancólico, hoy la zona tiene una nueva vida
En primer lugar, la misma madre naturaleza le echó una mano a Diego Duque, pues la regeneración natural de la capa vegetal quemada ha sido más que óptima. Así mismo, él ha dedicado innumerables jornadas a plantar vegetación endémica, como lo son árboles frutales amazónicos y otros árboles propios del bosque que la rodea.
A la par, Diego siembra allí esperanza y amor, dado que su gran ilusión es construir un ecolodge (hostal sostenible), donde se vivan experiencias en el corazón de la naturaleza; y nunca mejor dicho, dado que la finca Cheyenne está ubicada en cercanías a los pozos naturales de San José del Guaviare: unas piscinas multicolor talladas por las rocas durante siglos, cuyos minerales y vegetación dotan a estas aguas de visos dorados, rojizos y negros. Entre estas se destacan Charco Indio y Charco Largo.
“Mi sueño es que la finca Cheyenne sea la sede de un proyecto agroturístico, donde los visitantes puedan transitar senderos ecológicos que cruzan un paraíso en la tierra, como lo es la Serranía de La Lindosa, un lugar mágico en medio de un Escudo Guayanés (formaciones de rocas que conforman la serranía, en una zona de bosques vírgenes y tropicales) que cuenta con atractivos turísticos tan irrepetibles como pinturas rupestres”, narra Duque.