En mayo pasado se presentó la segunda tasa más alta de deforestación en los últimos 10 años en la Amazonía: se perdieron 649 kilómetros cuadrados de selva nativa, según el Sistema de Alerta de Deforestación del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonía (Imazon).

La causa principal de este continuo aumento de la explotación de los bosques radica en el incremento del consumo de carne y la expansión de la ganadería extensiva, así como el cultivo de soja y la creación de pastos para la ganadería. Tan sólo Brasil, país que alberga la mayor parte de la selva amazónica, ha transferido más de 60 millones de animales a esta región, lo que ha avivado el debate internacional sobre quién debe decidir sobre el mayor pulmón del planeta.

En esta línea, la forma en que los seres humanos nos alimentamos se sitúa en el punto clave de lo que está sucediendo en la Amazonía. La expansión de la ganadería y del cultivo de soja se debe a la demanda internacional de carne y concentrados que la industria necesita para alimentar los animales que forman parte de nuestra alimentación.

Entre las consecuencias, la deforestación en Brasil ha aumentado casi un 30% entre 2018 y 2019, y supone una de las principales causas de emisión de CO2 del país. En la década de los 90 esta selva absorbía 2.000 millones de toneladas de CO2, que según datos de Greenpeace ahora se traducen en la mitad.

Los seis millones de kilómetros cuadrados del Amazonas brasileño suponen dos tercios de la selva que queda y, distribuida en ocho países, es el hogar de más de 35 millones de personas. Sin embargo, ninguno de los países con influencia en la Amazonía respeta a sus pueblos y protege como debería el ecosistema con mayor biodiversidad del planeta.

Además de su repercusión directa sobre la biodiversidad y las especies endémicas, especialmente ricas en los ecosistemas de selva tropical, la tala de árboles expone a estas tierras a un impacto mucho mayor de las tormentas tropicales que arrasan el suelo y sus nutrientes.

Algunos expertos señalan que una deforestación superior a un 20% significará un punto de no retorno para el medio ambiente, el cambio climático y la extinción masiva de especies. “El 70% de las enfermedades humanas son producidas por la destrucción de la naturaleza”, afirma un informe de WWF, que incluye la deforestación y la destrucción de hábitats, el cambio de uso en la tierra, así como la intensificación insostenible de la producción animal como algunas de las principales causas de riesgo.

“Nuevas enfermedades zoonóticas están surgiendo a un ritmo alarmante, impulsadas por la ruptura del vínculo entre los seres humanos y la naturaleza”, afirma la organización. El informe, presentado el pasado 17 de junio, destaca la urgencia de un Nuevo Acuerdo para la Naturaleza y las Personas que proteja el medio ambiente y, por tanto, la salud humana.

Entre las grandes amenazas que enfrenta este ecosistema se encuentran también los grandes proyectos hidroeléctricos. Las empresas eléctricas y el mercado de madera tropical hacen negocio de la destrucción de la selva. España es uno de los mayores importadores de madera tropical amazónica y el cuarto importador mundial de madera de ipé, “contribuyendo no solo a la destrucción de la Amazonia sino también a la invasión de territorios indígenas o el trabajo esclavo”, afirma Greenpeace.

“Debemos frenar el comercio y el consumo de alto riesgo de la vida silvestre, detener la deforestación y la conversión de la tierra, así como gestionar la producción de alimentos de manera sostenible”, afirmó Marco Lambertini, director General de WWF en un comunicado de prensa.

“Estas acciones ayudarán a prevenir la propagación de patógenos a los humanos y también abordarán otros riesgos globales para nuestra sociedad, como la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. No hay debate, la ciencia es clara”.

Fuente: National Geographic

Planeta Sostenible
Síguenos

Pin It on Pinterest