La minería legal e ilegal causa estragos por todo el mundo. En Colombia, los ríos del Chocó una de las regiones con más lluvias en el mundo, se están secando por la actividad de los mineros ilegales.
El Bajo Cauca antioqueño, el Pacífico y la selva amazónica se han visto afectados por la misma razón. El impacto de estas actividades sobre las comunidades es negativo y por ello el esfuerzo de quienes se oponen, por ejemplo, a la explotación de oro en el páramo de Santurbán (Santander).
Desde Chile, cuyas políticas implantadas durante la dictadura de Augusto Pinochet abrieron paso a la explotación minera sin salvaguardar recursos como el agua, reportan que El Melón, una población de nueve mil habitantes en el centro del país se quedó sin el líquido.
Allí la supervivencia de los ecosistemas está amenazada por la explotación minera y los cultivos de aguacate y los habitantes se enfrentan a una situación crítica.
«Ninguna de estas industrias puede escudarse en el cambio climático cuando la poca agua disponible está siendo destinada de manera preferente a sus actividades productivas y no al consumo humano», dijo el director de Greenpeace en ese país, Matías Asun.
Esta difícil circunstancia ha obligado a los habitantes a tomarse un pozo que abastece la mina El Soldado, lo que provocó que la multinacional británica Anglo American, dueña del yacimiento, se comprometiera a suministrar agua a la gente.
Greenpeace denunció entre las empresas y las autoridades de la región para hacer que los habitantes de El Melón sean los últimos beneficiarios del agua de la que se dispone.
El país, además, vive la peor sequía en 60 años y el 76 % de su territorio está afectado por la falta de agua, de acuerdo con los datos suministrados por Greenpeace a la prensa.
La situación es especialmente crítica en la zona central, donde en 2019 cayó la menor cantidad de precipitaciones desde que se tienen registros y miles de habitantes reciben 50 litros de agua al día en camiones aljibes, un flujo que los afectados consideran «insuficiente» para cubrir las necesidades de higiene que impone la pandemia.
«Mientras en nuestras de llaves no sale agua ni para lavarse las manos durante la pandemia, por los ductos de Anglo American el agua corre a un flujo de 25 a 40 litros por segundo», aseguró Ximena Gallardo, vocera de la agrupación vecinal Poyewn, en El Melón.
Al conflicto con la minería, se añaden las ingentes cantidades de agua que necesitan las extensas plantaciones de aguacate que hay en El Melón y otras poblaciones del centro del país.
Chile es uno grandes productores mundiales de aguacate, una fruta tropical que requiere 400 litros de agua por cada kilogramo producido y de la cual el 70 % se destina a la exportación.
El relator especial de la ONU sobre el derecho humano al agua potable y al saneamiento, Leo Heller, pidió la semana pasada al Gobierno chileno no dar prioridad a las empresas por encima de las personas y vigilar la calidad del agua que proporcionan los camiones cisterna, en muchas ocasiones fuente de enfermedades gastrointestinales.
Chile es uno de los países con el mayor nivel de privatización del mundo, debido a las políticas de la dictadura, y los expertos calculan que el 80 % de los recursos hídricos del país están en manos privadas, principalmente de grandes empresas agrícolas, mineras y de energía.
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