La falta de avance para recortar la emisión de gases de efecto invernadero puede causar un aumento en la temperatura de la Tierra de 2,8 grados centígrados de aquí a final de siglo respecto a la era preindustrial, a menos que se refuercen las actuales políticas climáticas, advirtió este jueves la ONU.

La comunidad internacional aún está muy por debajo de los objetivos del Acuerdo de París (2015) -que busca limitar la subida de la temperatura a menos de 2 grados e, idealmente, a 1,5- y no tiene trazado un «camino creíble» para llegar a esa meta.

El Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) dio ese aviso en la decimotercera edición de su «Informe sobre la Brecha de Emisiones» de 2022, que publicó antes del inicio en diez días en Egipto de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP27), principal foro político para afrontar la crisis climática.

El estudio, titulado este año «El tiempo se acaba: la crisis climática exige una rápida transformación de las sociedades», compara las reducciones reales de gases de efecto invernadero con las que hacen falta en la lucha contra el calentamiento global.

«Este informe nos dice en fríos términos científicos lo que la naturaleza nos ha estado diciendo todo el año a través de inundaciones mortales, tormentas e incendios violentos: tenemos que dejar de llenar nuestra atmósfera con gases de efecto invernadero y dejar de hacerlo rápido», afirmó la directora ejecutiva del PNUMA (con sede en Nairobi), Inger Andersen, en un comunicado.

Emisiones previstas

Pese a que los países decidieron en la cumbre climática de 2021 (COP26) en Glasgow (Reino Unido) fortalecer sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC en inglés) -que incluyen emisiones previstas por cada nación y medidas de mitigación-, el progreso ha sido «lamentablemente inadecuado», según el PNUMA.

Las NDC presentadas desde la COP26 abarcan sólo 0,5 gigatoneladas equivalentes de dióxido de carbono (medida cuyas siglas en inglés son GtCO2e y que sirve para cuantificar la masa de los gases de efecto invernadero con base en su potencial de calentamiento).

Esa cifra representa menos del uno por ciento de las emisiones globales proyectadas en 2030.

Si se cuentan todas las NDC -nuevas y actualizadas- enviadas entre el 1 de enero de 2020 y el 23 Septiembre de 2022, el cómputo arroja 166 países (el 91 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero), frente a los 152 contabilizados hasta la COP26.

La mayoría de los miembros del G20 (grupo de veinte países desarrollados y emergentes) acaban de comenzar a implementar esfuerzos para alcanzar sus nuevos objetivos.

Sin embargo, el PNUMA estima que el G20, de manera colectiva, no cumplirá sus promesas para 2030 «sin un acción reforzada».

Alza de 2,8 grados

«Esta falta de progreso -subraya- deja al mundo en camino hacia un aumento de la temperatura muy por encima del objetivo del Acuerdo París».

«Las políticas actualmente vigentes, sin mayor fortalecimiento, sugieren un alza de 2,8 grados» en la temperatura terrestre, alerta el organismo de la ONU.

Para cumplir con las metas de París, el mundo necesita reducir los gases de efecto invernadero a «niveles sin precedentes en los próximos ocho años».

A fin de mantener el calentamiento global en 1,5 grados, las emisiones deben reducirse en un 45 % por encima de las previstas en las políticas actuales para 2030 y, para el objetivo de 2 grados, se necesita un recorte del 30 %.

Esas disminuciones tan grandes requieren, según el informe, una «transformación sistémica, rápida y a gran escala en todo el planeta» que ayudará a evitar un «desastre climático».

«Reformar la economía mundial y casi reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 es una tarea difícil, y algunos dirían imposible, pero debemos intentarlo», urgió Andersen.

La transformación hacia «cero emisiones netas de gases de efecto invernadero» en el suministro de electricidad, la industria, el transporte y los edificios está en marcha, pero «necesita moverse mucho más rápido».

Los sistemas alimentarios, que representan un tercio de todas las emisiones, se pueden reformar para alcanzar «recortes rápidos y duraderos».

«El sistema financiero debe superar las limitaciones internas y externas para convertirse en un facilitador de la transformación en todos los sectores», enfatiza el PNUMA.

Una transformación mundial hacia una economía baja en emisiones requiere inversiones, como mínimo, de entre cuatro y seis billones de dólares al año, que supone una parte «relativamente pequeña» (entre el 1,5 % y el 2 %) de los activos financieros totales.

«Tuvimos la oportunidad de hacer cambios incrementales, pero ese tiempo ya pasó. Sólo una transformación radical de nuestras economías y sociedades puede salvarnos de un desastre climático acelerado», zanjó Andersen.

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