Convicción y vocación han sido los motores que impulsan a Graciela, Zoraida y Lucy en la búsqueda de alternativas para hacer que sus estudiantes más pequeños se relacionen con la naturaleza y la alimentación saludable.
Ellas son docentes del colegio Rodrigo de Triana, ubicado en el barrio Patio Bonito al suroccidente de Bogotá, un sector en el que el paisaje lo integran casas, bodegas y construcciones, haciendo que el verde natural sea escaso. Allí, estas tres mujeres, junto con el equipo docente, en cabeza de Isabel, su coordinadora, tienen a su cargo la educación de niños y niñas de cinco a nueve años de edad, de grado cero a tercero de primaria.
Juntos emprendieron un experimento que sería el mayor logro en sus vidas, y un ejemplo para los demás estudiantes, madres y padres de familias: transformar la siembra de plantas en una huerta escolar, según un texto publicado por la FAO.
Todo inició con la idea de dar un mejor uso a las botellas plásticas que estudiantes llevaban al colegio con el propósito de apoyar el reciclaje. “Decidimos cortar las botellas, transformarlas en materas, sembrar una planta y devolvérselas a los estudiantes para que las cuidaran como si fueran sus mascotas”, cuentan las maestras.
Ubicaron las materas en las ventanas de los salones y ante la respuesta entusiasta de la comunidad educativa decidieron ampliar la experiencia, pero habría que superar otras dificultades, como la del espacio para ampliar la siembra.
Las instalaciones del colegio cuentan con 12 salones, un patio con una cancha de fútbol y un área de juego, pero sin ninguna zona verde. Solicitaron entonces el apoyo a la Secretaría de Educación (SED) y consiguieron las primeras herramientas: baldes, canecas y recipientes de diferentes tamaños que ocuparon los corredores del colegio y una terraza.
A partir de aquel momento, el proyecto se transformó en un estilo de vida y ya las familias sabían que la siembra de alimentos sería una constante en cada año escolar. Sembraron todo tipo de hortalizas, partiendo de los conocimientos de padres y abuelos, y algunas recomendaciones que encontraban en las redes sociales.
Pero en 2018 y 2019, con el apoyo de la SED y la FAO desarrollaron la Estrategia de Ambientes Alimentarios Saludables, con la que llegó el acompañamiento técnico sobre alimentación saludable, el manejo de la huerta y un invernadero adecuado técnicamente para convertir la huerta escolar en un aula viva para el aprendizaje de las diferentes asignaturas del currículo escolar.
Educación: lecciones para el buen vivir
Comprender que la escuela es el escenario en el que se aprende a vivir y a convivir, debe ser el punto de partida, en el que nos encontremos como seres humanos, bajo el entendido de que allí además de adquirir nuevos conocimientos sobre ciencias, español y otras materias, es también el lugar en el que nos desarrollamos como seres sociales y políticos desde los primeros años de nuestras vidas.
Así, tal como ha pasado en el colegio Rodrigo de Triana, enseñanzas como el cuidado de la naturaleza y los recursos naturales en cada una de nuestras acciones, es un aprendizaje que reposa en la comunidad educativa y que impacto en nuestros entornos ampliando la capacidad de masificar el mensaje de cuidado de nuestro planeta.
Tal como se detalla en el reciente informe global de la UNESCO sobre ‘Los Futuros de la Educación’, transformar el futuro requiere reequilibrar de manera urgente la forma en la que nos relacionamos entre nosotros, con la naturaleza y con la tecnología que impregna nuestras vidas, que nos trae oportunidades innovadoras y, al mismo tiempo, plantea graves problemas de equidad, inclusión y participación democrática.