En las dos últimas décadas, los neurotecnólogos han logrado avances importantes que ayudan a las personas epilépticas resistentes a los tratamientos a vivir con su enfermedad. Desde principios de los años 2000, se han llevado a cabo ensayos clínicos con aparatos que emiten una señal de alarma cuando detectan una crisis de epilepsia inminente.

Esta señal concede al paciente algo de tiempo para tumbarse en la cama o en el sofá, evitando así que se haga daño o se lesione gravemente en el momento en que empiezan las convulsiones de la crisis de epilepsia.

El aparato está compuesto por una tira de silicona recubierta de electrodos que se coloca sobre la superficie del cerebro del paciente y se conecta a la máquina, implantada en el pecho del paciente, mediante cables situados bajo la piel. Esta máquina recoge información sobre la actividad neuronal, y puede emitir un pitido que avisa cuando detecta que se va a producir un ataque.

Cuando se empezaron a realizar los ensayos, numerosos enfermos de epilepsia se ofrecieron como conejillos de indias para probar dichos aparatos, motivados por las posibilidades de cambio que este avance científico podría suponer en sus vidas.

Sin embargo, aunque la posibilidad de que los pacientes epilépticos puedan controlar su propia seguridad personal es un resultado muy deseable, también puede tener un precio para el individuo. Algunos de los participantes de estos ensayos clínicos declararon una pérdida de su identidad personal y su autonomía, lo cual puede resultar profundamente perturbador.

 

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