¿Qué tanto sabemos de las lagartijas en Colombia?, ¿en dónde se encuentran?, ¿cuál es su estado de conservación? Estas y muchas más respuestas se podrán encontrar en la más reciente edición del Atlas de la Biodiversidad de Colombia. En esta oportunidad, los Anolis son los protagonistas, un grupo de lagartijas arborícolas muy carismático. Se sabe que tuvieron un origen y diversificación durante el Paleoceno y Eoceno, es decir, hace aproximadamente 66 a 56 millones de años con varios eventos de dispersión entre tierras continentales y las islas del Caribe.
Estas lagartijas se distinguen de otras por presentar unas laminillas extendidas en la superficie ventral de los dedos que cumple una función locomotora, facilitando su adhesión a diversas superficeies de los árboles, y por la presencia – generalmente en los machos, pero en las hembras de algunas especies también – de un pliegue de piel extensible y colorido en la garganta la cual usan para comunicarse.
De acuerdo con Nicolas Urbina-Cardona, profesor asociado de la Pontificia Universidad Javeriana y moderador del grupo de anfibios y reptiles de BioModelos, “la gran diversidad de los Anolis se debe a una combinación muy interesante de procesos biográficos históricos y ecológicos. Cada especie se ha adaptado a condiciones particulares de los hábitats donde se encuentran, lo cual refleja una variedad de formas y comportamientos. Este grupo exhibe su mayor diversidad en los bosques húmedos tropicales y subandinos, aunque son mayoritariamente arborícolas algunas de ellas pueden tener hábitos terrestres o semiacuáticos”, indicó.
Colombia tiene un lugar privilegiado en la historia evolutiva de los anolinos continentales porque hace parte del área donde han ocurrido eventos biogeográficos importantes para su diversificación. Actualmente se pueden encontrar en casi todos los ecosistemas del país desde el nivel del mar hasta la alta montaña.
La distribución geográfica potencial de cada especie se logró a través de la elaboración de mapas en la plataforma web Biomodelos. Estos mapas combinan los registros biológicos de las especies, las principales variables ambientales que determinan su presencia en un lugar y el conocimiento experto sobre su distribución en el territorio. De acuerdo con los resultados, las áreas con mayor número potencial de especies se encuentran en las regiones Pacífica, valle medio del río Magdalena y Amazónica. Fenómenos como la deforestación vienen transformando estas áreas, convirtiéndose en un factor que incrementa los riesgos de extinción para las poblaciones de anolinos. Por su parte, las especies endémicas de la región Andina colombiana se enfrentan a esa misma problemática, en donde se estima que solamente el 27% de los ecosistemas boscosos permanecen.
Cabe destacar que el cambio climático es otra de las amenazas que enfrentan estas lagartijas en la alta montaña, al poseer habilidades de termorregulación ajustadas a regímenes de bajas temperaturas, se ven afectadas con el incremento en la temperatura ambiental.
Ahora bien, Colombia cuenta con cerca de 78 especies, las cuales se agrupan en 10 tipos de especies con características corporales y ecológicas similares, también llamados “ecomorfos”. El alto número de especies de anolinos en nuestro territorio representa el 40% de la diversidad continental de este grupo y alrededor del 18% de diversidad conocida globalmente.
“Este número puede ser superado porque aún desconocemos bastante sobre la taxonomía del grupo pero también porque muchas regiones del país aún no han sido exploradas en cuanto a la diversidad de estas lagartijas”, señala Rafael Moreno, Doctor en Ciencias Biológicas, investigador del programa de Ciencias Básicas y autor del Atlas.