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Las crisis sacan lo mejor de los seres humanos. Ante las graves consecuencias por el vertido de combustible debido al accidente de un barco en la paradisíaca isla Mauricio, en el océano Índico, miles de personas se han movilizado para tratar de disminuir los daños a las playas, a los arrecifes (que estaban en un proceso de recuperación desde hace quince años) y a las lagunas.
El pasado fin de semana hubo una afluencia masiva de personas, de acuerdo con las versiones de prensa, para colaborar en las tareas de limpieza y de construcción de las barreras de contención. También organizaron una campaña para recolectar fondos, pues los recursos de la isla no son suficientes para atender la emergencia.
A la par con el esfuerzo de prácticamente todos los habitantes de la isla, que en buena parte devengan su sustento del turismo, también el gobierno hace gestiones para hacer lo posible por disminuir el impacto del desastre.
A la ayuda que le habían solicitado al gobierno francés se han sumado otros países como Japón, país que es propietario del barco accidentado.
Sin embargo, más allá de la unión entre el esfuerzo ciudadano y el de los gobiernos, los expertos estiman que la recuperación de los daños ocasionados en la zona se tardará por lo menos una década.
Y eso no solo es grave desde la perspectiva de la naturaleza. En Mauricio, ubicada al este de la isla de Madagascar, gran parte de la población vive de la pesca y del turismo, que se verán fuertemente afectados por el vertido de combustible.
La diversidad marina y terrestre, los arrecifes de coral, todo ello constituye la fuente de riqueza para los habitantes de Mauricio. Es decir, la economía de la isla, que ya se estaba viendo afectada por la pandemia de covid-19, quedará en trizas, después de que el combustible haya ennegrecido las playas y los arrecifes de coral hayan sucumbido.
Este desastre llama la atención sobre un tema en el que somos reiterativos: la protección de la naturaleza no es un capricho, ni una moda o solo una corriente de pensamiento. Es un tema vital.
Si las actividades económicas como la agricultura, la ganadería o la minería no demuestran ser amigables con el medio ambiente, tenemos que pararlas hasta que se hagan de una manera responsable y amigable con los ecosistemas.
No podemos sacrificar los bosques o los ríos para producir una onza de oro o un kilo de carne. Sin la protección del medio ambiente ninguna riqueza nos brindará la posibilidad de un futuro sostenible.
Es el momento de actuar como los habitantes de la isla Mauricio, frente a las tragedias ambientales que vivimos. Aun estamos a tiempo.
@RICOGabriel