El transporte marítimo representa el 80 % del comercio internacional, movilizando anualmente cientos de millones de contenedores con diversos materiales en barcos. Sin embargo, accidentalmente, algunos de estos contenedores pueden caer al agua, terminando en el fondo de los mares u océanos o llegando a las costas arrastrados por las corrientes.
Hace más de un mes, el buque ‘Toconao’, de bandera liberiana, perdió un contenedor cargado con 26.250 kilos de pellets de plástico frente a las costas portuguesas. Desde entonces, millones de estas diminutas bolitas han estado llegando a las playas gallegas, y la alerta también se ha activado en Asturias y el País Vasco.
Según datos del Consejo Mundial del Transporte Marítimo (WSC), una asociación empresarial que reúne a grandes navieras globales, entre 2008 y 2022 se perdieron en mares y océanos un promedio de 1.566 contenedores anualmente. En 2022, la cifra disminuyó a 661 unidades de un total de 250 millones de contenedores transportados.
Estos datos provienen de la encuesta anual que el WSC realiza entre sus miembros para estimar con la mayor precisión posible cuántos contenedores se pierden en el mar cada año. La organización cuenta con miembros que operan más del 90 % de la capacidad mundial de buques portacontenedores.
En el mejor año de la serie, 2022, la mayoría de los transportistas no registraron pérdidas de contenedores o solo reportaron cifras de un solo dígito, mientras que dos informaron de pérdidas superiores a los cien millones de unidades para el conjunto del ejercicio.
Analizando trienios, el peor fue el de 2011 a 2013, con una media de 2.683 unidades perdidas anualmente, destacando el hundimiento del buque MOL Comfort en 2013, que conllevó la pérdida de 4.293 contenedores, y el encallamiento y pérdida del M/V Rena en 2011, con 900 contenedores perdidos.
Otros accidentes graves incluyen el del ONE Opus, que en 2020 perdió más de 1.800 contenedores por condiciones meteorológicas adversas, y el Maersk Essen, que por el mismo motivo perdió unos 750 contenedores en 2021.
En la mayoría de los casos, los contenedores que caen al agua «se quedan ahí» y, dependiendo de dónde caigan, terminan en el fondo del mar o llegan a la costa arrastrados por las corrientes marinas, según explicó Marta Martín-Borregón, responsable de Océanos de Greenpeace España.
Independientemente del contenido de los contenedores, su presencia genera daños en los ecosistemas marinos, constituyendo «residuos» que no deberían estar allí. El mayor impacto ocurre cuando los materiales de contenedores y carga se degradan, pasando a formar parte de la cadena trófica, lo que supone un problema ambiental y de salud humana, ya que consumimos estos residuos.
En el caso de los plásticos, muchos son ingeridos por aves y peces, pudiendo causar su muerte. Entre estos residuos, los pellets, pequeñas bolitas de plástico utilizadas como materia prima, han llegado masivamente a las costas gallegas y asturianas procedentes de un contenedor que cayó al mar hace casi un mes frente a la costa norte de Portugal.
Se estima que en ese contenedor viajaban más de 26 toneladas de pellets repartidas en 1.050 sacos. Muchos de ellos se han roto, provocando una marea de bolitas diminutas de plástico de apenas unos milímetros de diámetro, cuya recogida y retirada es muy difícil. Dada su forma, aves y peces las consumen al confundirlas con huevos, y las que no se retiren se desintegrarán en microplásticos que se dispersarán por todas partes.
Ante esta situación, la Organización Marítima Internacional de la ONU trabaja para calificar a los pellets como mercancía peligrosa, obligando a su transporte en la bodega de los buques y no en cubierta, según la responsable de Greenpeace. Las organizaciones ecologistas consideran fundamental mejorar la seguridad para evitar las «fugas» de pellets desde las fábricas y reducir el consumo de plásticos en general para evitar los peligros de contaminación asociados a su uso y desecho.
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