Los expertos han advertido durante años sobre el declive de las poblaciones de abejas y han propuesto diversas soluciones para ayudar a estos cruciales polinizadores. Sin ellos, nuestras visitas al supermercado serían muy diferentes. Además de restaurar su hábitat natural, podemos apoyar a las abejas desde nuestros balcones, terrazas, parques o terrenos urbanos.

Las principales amenazas para las aproximadamente 20,000 especies de abejas en el mundo incluyen la destrucción y degradación de su hábitat, la expansión de monocultivos, el uso excesivo de herbicidas, fungicidas e insecticidas, la invasión de especies exóticas y los efectos del cambio climático, como el aumento de temperaturas y las sequías.

Detener estos factores debe ser una prioridad para la humanidad, aunque solo sea por razones egoístas, ya que gran parte de nuestra producción alimentaria depende de estos insectos. Sin ellos, muchas frutas y verduras desaparecerían o su producción disminuiría drásticamente, lo que incrementaría enormemente sus precios.

Esenciales para la alimentación mundial

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 71 de las 100 especies de cultivos que proporcionan el 90 % de los alimentos en todo el mundo son polinizadas por abejas. En Europa, las abejas polinizan el 84 % de las especies vegetales y el 75 % de la producción agrícola, con un valor económico estimado en 14,200 millones de euros al año, según la Unión Europea.

Incluso cultivos de invernadero como tomates y pimientos dependen de abejorros para su polinización artificial, sin la cual la producción caería drásticamente.

Dentro de las más de 20,000 especies de abejas, se distingue entre la abeja de la miel, que recibe mucho cuidado, y las otras 19,999 especies «silvestres», que suelen ser desatendidas. Según Ignasi Bartomeus, investigador de la Estación Biológica de Doñana-CISC, aunque la abeja de la miel enfrenta problemas como enfermedades y falta de recursos, no está en peligro a nivel de especie porque sus poblaciones se mantienen artificialmente debido al creciente interés por la apicultura.

Las abejas silvestres, sin embargo, están en una situación más crítica. En los últimos tres años, la producción de flores, su principal alimento, ha disminuido significativamente debido a la sequía. Además, estas abejas son muy sensibles al calentamiento global, ya que la mayoría no tienen sistemas internos para regular su temperatura, lo que hace que su ciclo de vida dependa de la temperatura exterior.

Esto puede llevar a consecuencias como que emerjan antes de tiempo durante un febrero cálido y mueran con las heladas de marzo, o que haya una descoordinación entre abejas y flores.

Bartomeus señala que hay pocas especies capaces de adaptarse a entornos urbanos y agrícolas, mientras que muchas otras están disminuyendo en número. Para polinizar toda la flora, se necesita una gran diversidad de abejas. Por ejemplo, las flores de tomate requieren la vibración de una abeja para liberar el polen, algo que no puede hacer la abeja de la miel. Aunque los cultivos pueden producir frutos sin polinizadores, su producción disminuye considerablemente sin ellos.

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