Durante varios años, la Federación Internacional de Panaderos ha conmemorado el Día Mundial del Pan cada 16 de octubre. No parece ser una coincidencia que esta fecha también se celebre como el Día Mundial de la Alimentación, dado que el pan es uno de los alimentos más fundamentales en la dieta global.

El pan no solo es un elemento común en las mesas de todo el mundo, sino que también desencadena el consumo de otros productos, como pastas y galletas, con recetas que varían según la geografía y las tradiciones culinarias.

La historia del pan se remonta a las civilizaciones más antiguas:

  • En el periodo primitivo, ya existía una forma temprana de pan en formato de galletas.
  • Durante el Neolítico, la preparación del pan evolucionó gracias a la introducción del fuego.
  • En Mesopotamia, la receta se transformó para utilizar trigo.
  • En Egipto, la preparación del pan alcanzó un nuevo nivel gracias a la mejora en el proceso de fermentación.

A lo largo de la historia, el pan ha experimentado una evolución constante para llegar a la forma que conocemos hoy en día, y sigue adaptándose a las preferencias de los consumidores.

Por otro lado, no es un secreto que los precios del pan han aumentado debido al conflicto entre Rusia y Ucrania, generando inflación, agravada por la interrupción en el transporte de mercancías debido a la pandemia de COVID-19 y la adquisición de trigo y cereales de las regiones en conflicto. Como resultado, el costo de la harina se ha disparado, lo que ha obligado a la industria a buscar nuevas formulaciones que incluyan:

  • Sustitución de ingredientes.
  • Mantenimiento del sabor y la textura esperados.
  • Costos competitivos en el mercado.
  • Cumplimiento de estándares de etiquetado limpio.
  • Mayor vida útil de los productos en el estante.

Además de estos desafíos relacionados con los ingredientes y los costos, la industria del pan se enfrenta a un problema importante en cuanto a la mano de obra. La falta de oportunidades ha llevado a una disminución en el número de profesionales dedicados a la panadería, lo que ha resultado en la pérdida de recetas y procesos tradicionales en busca de una mejor calidad de vida.

Esta tendencia no solo se debe a decisiones personales y económicas, sino también al impacto de la tecnología, que ha sustituido gradualmente la elaboración manual del pan con máquinas que simplifican el proceso, desde la incorporación de ingredientes hasta la gestión de la textura y la fermentación de la masa.

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