La tecnología digital, de la mano de la inteligencia artificial, se postula como herramienta «indispensable» en la descarbonización, pero su huella climática no siempre es verde, adviertió Andrés Ortega, director del Observatorio de las Ideas, en España.

El analista explicó que las emisiones de CO2 a la atmósfera asociadas a la energía consumida en procesos de digitalización y fabricación de tecnologías pueden suponer, en general, el doble de las procedentes del transporte aéreo, incluidas las de su industria y los vuelos, responsables de la mayor parte de emisiones del sector.

A hoy, los sistemas de Inteligencia Artificial (IA) basados en redes neuronales profundas, con la analítica inteligente de millones de datos y variables, permiten desarrollar modelos climáticos, identificar patrones y hacer predicciones de los cambios de temperatura global y anticiparse a fenómenos extremos.

La descarbonización de las economías, como se debate en la cumbre climática mundial, en Sharm al Shaij (Egipto), es la piedra angular de las acciones de los países para mitigar el calentamiento global que azota al planeta, con un aumento de fenómenos meteorológicos extremos: agravamiento de sequías, desertización, y pobreza, al mismo tiempo que se repiten los episodios de lluvias torrenciales e inundaciones catastróficas o tornados y huracanes.

Según datos del sector, el ecosistema digital global genera calentamiento global, porque es responsable del 3 % de la energía primaria mundial y del 7 % del consumo de electricidad para el funcionamiento de los dispositivos utilizados.

Se calcula además que produce entre el 2 % y el 4 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo, con la emisión de entre 15 y 25 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono.

Además de las grandes cantidades de energía requeridas para fabricar dispositivos, redes inteligentes o drones autónomos, como los que se utilizan ya para prevenir incendios o buscar supervivientes en inundaciones y terremotos, entre otras tecnologías, se suma el consumo energético para su funcionamiento y otros factores como la obsolescencia, que condena a la tecnología a una vida útil en general corta.

Como en el resto de sectores productivos, ha proseguido el analista, los efectos climáticos de la tecnología digital variarán en función de la fuente de energía de la que se nutran; es decir, de origen fósil o generadora de emisiones de gases contaminantes, o por el contrario, limpia o procedente de fuentes verdes.

Se calcula, según datos manejados en el sector, que en 2040, los países fuera de la OCDE representarán el 70 % de la demanda energética mundial, ha recordado el experto, por lo que el sur global será también muy relevante en la senda climática del planeta en los próximos años.

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