El discurso sobre la necesidad de explotar los recursos naturales sin medir las consecuencias del impacto ambiental que ello genera, bajo el supuesto de que es allí donde está nuestra única riqueza, se agota en la realidad.
Hoy sabemos que no hay riqueza sin sostenibilidad y que si, como en el páramo de Santurbán, no se protegen las fuentes de agua por encima de la posibilidad de extraer oro, no solo esa zona del país sino Colombia entera serán mucho más pobres.
En nuestro país en particular, la historia es generosa en ejemplos de que las cosas no salen tan bien como lo proponen quienes esgrimen que la generación de riqueza debe estar a toda costa por encima de la protección del medio ambiente.
La zona esmeraldífera de Boyacá, con sus aguas contaminadas y sus montañas ennegrecidas plantea, por ejemplo, un grave problema ambiental. Ello sin contar con que la falta de regulación estatal para el negocio ha permitido históricamente la proliferación de grupos ilegales que ejercen una violencia desmesurada.
Algo que también puede verse en Barrancabermeja, Arauca, La Guajira, Chocó, donde la explotación del petróleo, el carbón o la madera, no han contribuido con eficacia al mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes y en cambio sí ha creado unas difíciles condiciones de inseguridad, violencia y graves afectaciones ambientales.
No tienen hoy una mejor calidad de vida los habitantes del Catatumbo debido a que allí haya explotación de petróleo. Ni viven mejor hoy que hace 20 años los habitantes del Pacífico o los del Bajo Cauca, cuyos ríos padecen la contaminación por mercurio proveniente de la explotación ilegal de oro. Bien sea porque la corrupción no ha permitido que la riqueza llegue a las comunidades o porque la explotación sea fruto de actividades ilegales, cuando esos recursos naturales se acaben (y se acabarán), la vida no será mejor para la gente.
La riqueza de un país debe medirse en su capacidad para brindarles a los habitantes las oportunidades para alcanzar el bienestar físico y mental y las condiciones de desarrollo adecuadas para avanzar de una manera sostenible.
La riqueza deja de serlo, cuando no está ligada a la sostenibilidad y es por ello que debemos pensar en maneras diferentes de aprovechar nuestros recursos naturales, porque hasta ahora el extractivismo no nos ha aportado una mejor calidad de vida.
*PHD en Relaciones Internacionales