Las comunidades indígenas de la Amazonía podrían salvar anualmente hasta 123.000 hectáreas de bosques tropicales y evitar la liberación de 100 millones de toneladas de dióxido de carbono, si fueran equipadas con tecnología de detección remota con alertas satelitales sobre la deforestación
Así lo revela un alentador estudio de Rainforest Foundation US (RFUS), que sugiere un modelo de vigilancia comunitaria con detección remota de alertas de deforestación para proteger los bosques tropicales del pulmón verde del planeta.
“Queríamos mostrar al mundo que poniendo la tecnología en manos de las comunidades indígenas, ellas pueden salvar los bosques tropicales de la deforestación” y “ya tenemos la solución”, aseveró este lunes durante la presentación virtual del estudio el gerente de programa de RFUS, Tom Bewick.
Agregó que, de escalarse este modelo a toda la Amazonía, se podrían salvar anualmente hasta 123.000 hectáreas, lo que equivaldría a una reducción de 100 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono.
USB POR EL RÍO AMAZONAS
El estudio de RFUS, en el que participaron 76 poblados del distrito amazónico de Loreto, en el norte del Perú, dotó a varias comunidades indígenas de un modelo tecnológico que transmite imágenes y alertas satelitales sobre los cambios en la cobertura forestal a través de un algoritmo creado por la Universidad de Maryland.
Esta tecnología, según detalló Jessica Webb, gerente sénior de compromiso mundial para Global Forest Watch, es “una alternativa de bajo costo muy efectiva para luchar contra el cambio climático y proteger los derechos de las comunidades indígenas” porque, al emitir alertas tempranas, permite una “respuesta rápida” a la deforestación.
En el curso de los dos años que duró la investigación, indígenas expertos en tecnología recopilaron con regularidad informes de deforestación sospechosas, que incluían fotografías satelitales e información de posicionamiento global (GPS).
Una vez al mes, un grupo de mensajeros navegaba por el río Amazonas para entregar memorias USB a los poblados más remotos a fin de que éstos guiaran a sus patrullas hasta el lugar de la alteración forestal.
En cada caso, la comunidad decidía colectivamente las medidas que se debían tomar, a veces intervenían directamente, echando a los infractores de sus tierras, y si la situación involucraba a narcotraficantes, tenían a mano las pruebas para presentarlas ante las autoridades del orden público.
Tal y como explicó Jakob Kopas, uno de los autores principales del estudio, en el primer año se registró una caída del 52 % en la deforestación de las comunidades del Perú que adoptaron esta estrategia, en comparación con otras que no lo hicieron. En el segundo año, el desplome fue del 21 %.
SALVADAS MÁS DE 450 HA
Durante este tiempo, se calcula que las comunidades impidieron la destrucción de 456 hectáreas de selva tropical, evitando así la liberación de 234.000 toneladas de emisiones de dióxido de carbono.
De acuerdo con sus propios cálculos “conservadores”, RFUS estima que la vigilancia forestal comunitaria en Perú podría salvar 186.000 de las 500.000 hectáreas de pueblos indígenas que probablemente se perderán en la próxima década.
En Brasil, se podrían salvar 415.000 de las 2,2 millones de hectáreas en riesgo, controladas por pueblos indígenas.
CIENCIA Y CONOCIMIENTO INDÍGENA
Para el líder indígena Jorge Pérez, presidente de la Organización Regional de los Pueblos Indígenas del Oriente (ORPIO), donde se llevó a cabo la investigación, el estudio de RFUS ha demostrado que “con bajos recursos económicos y una adaptación de la tecnología se puede luchar frontalmente contra la deforestación”.
Pérez insistió en el esfuerzo realizado para adaptar la tecnología y buscar “la sencillez hasta el punto que los hermanos indígenas han podido entender y hacer uso” de ella.
En la misma línea se expresó Gregorio Mirabal, coordinador general de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), quien destacó el “papel fundamental” que juegan las comunidades indígenas en la protección del bosque tropical.
Para Mirabal, este estudio ha demostrado que “cuando se une la ciencia, la tecnología y el conocimiento indígena somos capaces de mucho más”.
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