Los miembros de Naciones Unidas deben ponerse de acuerdo este año sobre las formas para proteger y gestionar las aguas internacionales a través de un instrumento de obligatorio cumplimiento. Estas aguas de altamar, que cubren el 64% del planeta, llamadas ‘aguas de nadie’, deben convertirse en ‘aguas de todos’, ya que juegan un rol vital para soportar las pesquerías, brindando hábitat para cientos de miles de especies, y para mitigar los impactos del cambio climático. Sin embargo, actualmente no están reguladas, pues estas aguas están ubicadas más allá de las aguas bajo jurisdicción nacional, por lo cual son ecosistemas altamente explotados.

WWF llama a los Estados miembros a adoptar un acuerdo global ambicioso y jurídicamente vinculante para proteger la vida marina presente en las áreas más allá de las jurisdicciones nacionales (ABNJ) durante la quinta sesión de la Conferencia Intergubernamental de Biodiversidad Marina en Áreas Más Allá de la Jurisdicción Nacional, que se llevará a cabo del 15 al 26 de agosto.

“La altamar encarna la tragedia de los comunes. Como no pertenecen a nadie, han sido tratados descuidadamente con impunidad. Necesitamos un mecanismo de gobernanza en común para nuestros océanos y para garantizar que las aguas de nadie se conviertan en las aguas de todos y, por ende, en la responsabilidad de todos,” afirma Marco Lambertini, director general de WWF Internacional.

“Cincuenta países se han comprometido a lograr un acuerdo oceánico ambicioso que siente las bases para proteger el 30% de los océanos y para evaluar el impacto ambiental de las actividades en altamar. Llamamos a todos los Estados miembro de la ONU a hacer lo mismo y a alcanzar un buen resultado tras años de negociaciones. Los líderes deben entregar un tratado robusto y equitativo de biodiversidad para que las aguas de altamar nos puedan ayudar a revertir la pérdida de naturaleza esta década, y asegurar para todos un futuro más saludable y sostenible”, añadió.

Este tratado oceánico puede ser determinante para proteger el valor excepcional de las áreas de altamar y aumentar la resiliencia de las pesquerías más importantes económicamente. Sin embargo, para lograrlo, se requiere que los negociadores tomen acción y alcancen las ambiciones globales.

No podremos alcanzar la ambición global para proteger el 30% de nuestros océanos para 2030 sin un marco para designar y gestionar áreas protegidas más allá de las jurisdicciones nacionales. El Tratado oceánico en negociación, busca guiar a los Estados a través de un mecanismo de gobernanza robusto y equitativo a fin de conservar y hacer un uso sostenible de los recursos compartidos de la altamar.

Al mismo tiempo, este mecanismo puede beneficiar a aquellos que dependen de la pesca para su seguridad alimentaria y para sus formas de vida, poniendo restricciones mediante áreas protegidas que previenen la sobrepesca y otras prácticas destructivas, mientras garantizan la conectividad, poblaciones de peces más saludables y la provisión de beneficios de la naturaleza para toda la humanidad.

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