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Casi siempre que la mayoría de la gente piensa en el cuidado del medio ambiente, lo hace desde la perspectiva de que se trata de una responsabilidad que recae solamente en los gobiernos y en las empresas.
Y es cierto, claro está, que los gobiernos están obligados a trazar las políticas y a hacer cumplir las normas que contribuyan a la protección de la Naturaleza. Un ejemplo de lo que pasa cuando esto no funciona bien se ve claro en el Brasil de hoy.
El presidente de ese país, Jair Bolsonaro ha incentivado la explotación agrícola y minera, extendiendo las fronteras para estas actividades más allá de los límites con las zonas selváticas. Esta decisión ha derivado en una grave amenaza para la Amazonía que está siendo arrasada por los incendios desde el año pasado. La situación es tan crítica, que la Fiscalía brasileña ha ordenado investigar al Ministro de Ambiente y la Unión Europea esta tomando la decisión de no comprar productos a Brasil, si no asume con responsabilidad su papel protector de la Amazonía, un pulmón para el planeta.
Pero también es claro que en nuestra vida cotidiana dejamos una huella que también altera el medio ambiente. El consumo desenfrenado pone en riesgo hoy los recursos para las generaciones futuras y para nosotros mismos. Y quién puede olvidar aquí las impactantes imágenes de miles de personas entrando a almacenes para adquirir electrodomésticos durante el primer día sin IVA, pese a que los contagios por covid-19 siguen en aumento.
Es importante entender cómo es que nuestras actividades cotidianas impactan en el medio ambiente y para ello es clave el estudio que acaba de presentar la ONG francesa Envol Vert (cuya meta es proteger los bosques y la biodiversidad), en el que deja en evidencia cuál es la huella forestal de los colombianos, de acuerdo con los productos que consume.
Según esa medición, un habitante de Colombia deforesta de forma indirecta 1.278 metros cuadrados, el equivalente a 2,5 canchas de fútbol cinco. El mayor porcentaje de esa huella tiene que ver con el consumo de alimentos como la carne de res y la leche.
Y aunque la ONG reconoce que se trata de un indicador simbólico que mide la presión sobre los bosques a partir de los recursos que se requieren para la producción, nos permite ver que si modificamos de manera estratégica algunos de nuestros hábitos podemos contribuir a proteger la biodiversidad. Son decisiones que transforman.
PHD en Relaciones Internacionales
gabrieljaimerico@gmail.com