Con el proyecto “Adaptación al Cambio Climático en la Alta Montaña” del área estratégica de conservación Chingaza-Sumapaz-Guerrero, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible ha rehabilitado y recuperado 577 hectáreas de bosque de la mano de 64 familias, que han evidenciado cómo es posible encontrar el equilibrio entre el sustento de sus hogares y la conservación de los páramos.
En su visita a la zona rural de Sesquilé y Guatavita, donde se desarrolla parte del proyecto, el ministro de Ambiente, Carlos Eduardo Correa, precisó que “este es un proyecto de 4,2 millones de dólares de recursos del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF) y cooperación internacional, que tiene a Conservación Internacional como ejecutor. Aquí es palpable la armonía entre lo social, lo ambiental y lo económico; podemos ver, por ejemplo, cómo con la apicultura las familias no solo están están vendiendo miel y polen, sino también cómo, gracias a las colmenas de abeja, en el área hay mejores flores y cómo hay un proceso de restauración en las zonas que habían sido deforestadas. Este es un modelo que queremos replicar en otros municipios de la alta montaña de la mano del Ministerio de Agricultura”.
Además, el ministro Correa recordó que “las comunidades de los páramos y la alta montaña tienen un grado alto de vulnerabilidad frente a los impactos del cambio climático, por eso, este tipo de proyectos les permiten a los habitantes optar por soluciones basadas en la naturaleza para que puedan obtener ingresos”.
Con la implementación de estas medidas de adaptación, se potencia la economía campesina, se garantiza la seguridad alimentaria y se reduce la vulnerabilidad a los efectos del cambio climático. Este proyecto involucra acciones de restauración y rehabilitación participativa del bosque alto andino con árboles nativos en las microcuencas de los ríos Guandoque, San Francisco, Chipatá y Chisacá; iniciativas sostenibles de 22 cultivos de hortalizas, aromáticas y frutales; monitoreo comunitario del clima en veredas de los municipios de Sesquilé y Guatavita; sistemas silvopastoriles para regular y retener agua a través de la renovación de praderas y siembras de árboles; entre otras.
Red de viveros de alta montaña
Durante su visita, el ministro de Ambiente anunció la creación de la Red de Viveros de Alta Montaña que será consolidada con la Alcaldía de Sesquilé y el Ministerio de Agricultura. “Tenemos la meta de sembrar 180 millones de árboles a 2022 y para eso necesitamos una red de viveros sólida y qué más que esta zona, del país que es una región de páramos, para consolidar esa Red de Viveros de Alta Montaña”, sintetizó.
Los viveros que pertenezcan a la red podrán ser proveedores de las plántulas destinadas a las siembras que se realicen en los próximos dos años en los ecosistemas mencionados. Explicó, que de esta manera las familias que se involucren en la restauración ecológica podrán recibir ingresos por la venta de las plántulas.
La adaptación en la alta montaña
Los ecosistemas de alta montaña son estratégicos y esenciales para Bogotá y el territorio, ya que los páramos de Chingaza, Sumapaz y Guerrero, son la fuente principal de suministro de agua para el Distrito Capital. Por esta razón, esta iniciativa busca fortalecer la capacidad y regulación de agua en las zonas altas de los embalses de Neusa, Sisga, Tominé y Chingaza, permitiendo desarrollar acciones que garanticen el abastecimiento del preciado líquido a la ciudad de Bogotá y 21 municipios aledaños.
El Proyecto “Adaptación al cambio climático” es financiado por el fondo GEF, implementado por el Banco Interamericano de Desarrollo y ejecutado por el Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible en alianza con Conservación Internacional Colombia y sus principales socios son: las Corporaciones Autónomas Regionales de Cundinamarca y Corpoguavio, La empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales IDEAM.
El proyecto concentra sus acciones en la identificación y estudio de posibles escenarios de cambio climático detallados para la región, en la capacidad de estas áreas para suministrar y regular el agua en escenarios de cambio, en la vulnerabilidad socioecológica, económica, cultural y de género y la implementación de medidas de adaptación para el mejoramiento del uso de la tierra, el uso eficiente del agua y el fortalecimiento de capacidades de las comunidades que habitan estas zonas.