El estudio ‘Tendencias emergentes en el tráfico ilegal de animales en Mesoamérica’, realizado por diferentes entidades estatales, universidades y centros de conservación de Centroamérica, estableció que unas 1.500 especies de animales de la región están en peligro de extinguirse.

De acuerdo con el estudio, entre las especies en riesgo se encuentran aves, anfibios y reptiles que son capturados en su hábitat natural y posteriormente son vendidos como mascotas en distintos países.

Daniel Ariano, coordinador del Área de Ecología y Conservación en el Centro de Estudios Ambientales y Biodiversidad de la Universidad del Valle, en Guatemala, explicó que el tráfico ilegal de vida silvestre es uno de los negocios ilegales más lucrativos a nivel mundial, al punto de que puede compararse con el tráfico de estupefacientes.

En Centroamérica los grupos criminales organizados que trafican animales se han ido organizando hasta hacerse más fuertes cada día, de manera similar a como están los carteles de narcotráfico.

Sergún Ariano, el tráfico ilegal de vida silvestre causa la extinción de especies y sobre todo, en el contexto de la pandemia, incrementa el riesgo de que aparezca alguna enfermedad transmisible al humano a partir de esta vida silvestre traficada. El investigador sostuvo que la pandemia con sus implicaciones y restricciones ha tenido un efecto positivo en cuanto a hacer más difícil el tráfico de vida silvestre a nivel mundial.

Alejandra Goyenechea, coautora del estudio, recordó que Mesoamérica, que va desde la región central de México hasta el norte de Costa Rica, es una de las regiones más diversas del mundo, con riqueza en biodiversidad, por lo que el tráfico ilegal de animales pone en riesgo el balance del ecosistema.

El estudio, liderado por el Imperial College de Londres, identificó 15 tendencias emergentes de tráfico de vida silvestre en el istmo, con especial énfasis en especies raras y recientemente descritas de anfibios y reptiles endémicas, aves y mamíferos pequeños (como guacamayas y monos capuchinos), especies marinas (como pepinos de mar) y maderas tropicales de alto valor comercial.

La investigación identificó el incremento en la última década, pero especialmente en el último lustro, de la conexión y profesionalismo de los criminales dentro de la región a través de puntos ciegos fronterizos, así como una mayor accesibilidad a las zonas naturales debido a la deforestación y el avance de la frontera agropecuaria.

El estudio, publicado en el diario de conservación ambiental Oryx, destacó el interés y la disposición de los Gobiernos para detener este flagelo, pero Ariano señala una carencia de recursos que contrasta con el compromiso del personal involucrado.

«Debemos repensar nuestra relación con la naturaleza, transformándola desde una visión extractivista, utilitaria y explotadora, hacia una visión más holística e integral basada en la comprensión de que somos parte de un sistema global en el que todo está relacionado y que lo que afecte a alguna parte de este sistema, a la larga, nos afectará a nosotros, la especie humana», dijo Ariano.

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